Nadie se imaginaba hace sólo algunos meses, que en Chile llegaríamos a la obligación de uso obligatorio de mascarilla en la vía pública, lo que era más propio de imágenes de alguna ciudad oriental, o de alguna película de ciencia ficción, pero que se ha convertido en una realidad muy nuestra.

Como es de suponer, semánticamente la expresión mascarilla proviene de máscara – o careta – que es una pieza normalmente adornada que oculta total o parcialmente el rostro, y la palabra «máscara» tiene origen en el masque francés la maschera italiana, o la másquera del español antiguo.

La existencia y uso de la máscara tiene un profundo significado, que nos deja muchas luces respecto de la naturaleza humana, en efecto, se dice que las máscaras surgieron cuando  el ser humano tomó conciencia de sí mismo, en ese mismo momento la decepción y la vergüenza al parecer fueron tan grandes, que  surgió la necesidad de ocultarse … y enmascararse …

El uso de las máscaras se remonta a la más lejana antigüedad,  encontrándose el uso de máscaras entre los egipcios, griegos y romanos;  por aquella época, las máscaras y los hombres (y también las mujeres), estaban estrechamente vinculados con los animales y con su mundo circundante, y usaban las máscaras para relacionarse con ellos, pero las máscaras también obedecían al  miedo a las fuerzas por las que el hombre se encuentra amenazado, como las tempestades, animales salvajes o espíritus, por lo que se consideraban necesarios escudos protectores.

Entre los griegos y los romanos, las máscaras eran una especie de casco que cubría enteramente la cabeza – y además de las facciones del rostro – tenían pelo, orejas y barba.

A su vez los griegos fueron los primeros en usarlas en sus teatros, allí las máscaras marcaban la distancia entre el personaje y quien la portaba …

La ciencia médica, con el correr de los años ha dado otro uso a las máscaras, o más bien, a su derivado denominado mascarilla, pero conservando su carácter  como elemento de protección u ocultamiento, pasando a ser  un dispositivo diseñado para cuidar al portador de la inhalación de atmósferas peligrosas, incluyendo humos, vapores, gases, partículas en suspensión, bacterias u otros elementos aerotransportados – como los virus – ello tanto para proteger al portador de la mascarilla, como en cuanto éste pueda contagiar a otros con alguna enfermedad.

Específicamente, las mascarillas médicas pueden proteger de la infección a las personas que las llevan, y también evitar que aquellas que presentan síntomas propaguen la enfermedad.

Pero por otra parte,  no es menos cierto que esas mascarillas, también nos están dando algunas utilidades no previstas  ni imaginadas – de hecho – días atrás, y en todo caso antes de la cuarentena, fui al supermercado y pasé al lado de no menos de cuatro conocidos, de aquellos que cuando se anda apurado uno trata de evitar porque son algo lateros, y que en tiempos normales me habrían detenido para darme un discurso de aquellos – pero en esta ocasión – gracias a la mascarilla, simplemente no me conocieron y pasaron de largo …

Por otra parte, no escapará a la agudeza de los lectores, que determinados personajes públicos del mundo de la prensa, de la política, del deporte y otras actividades públicas, que no se caracterizan precisamente por lo agraciados, ahora son fervientes usuarios de mascarillas, las usan hasta cuando no es necesario,  e incluso combinan sus colores con sus prendas de vestir.

Es decir, no obstante su loable destino actual, la mascarilla tiene todavía esa función ancestral de ocultamiento que alguna vez tuvo… y que en ocasiones es muy útil …

Ahora, eso no es nada si pensamos que puede pasar en el futuro …

Un ejemplo,   cuando la pandemia del Covid-19 hizo que las mascarillas faciales fueran esenciales todos los días, una emprendedora empresa japonesa detectó una gran oportunidad, y creó una mascarilla inteligente: una actualización de alta tecnología a revestimientos faciales estándar, diseñada para facilitar la comunicación y el distanciamiento social, que puede nada menos que transcribir dictado, amplificar la voz del usuario y traducir el habla a ocho idiomas diferentes …

Sólamente falta que alguien invente una mascarilla que traduzca lo que el portador dice, a expresiones verdaderamente ubicadas e inteligentes …

Ese sería el negocio del siglo … y dejo a la libre imaginación del lector determinar a quién le regalaría una mascarilla de aquellas …

En todo caso, el mundo político estaría eternamente agradecido …

Ciro Sabadini F.

Abogado

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