Esta columna fue publicada originalmente en el blog del autor, como The Best Thing a Chilean Can Do is to Leave Chile. La traducción es de BioBioChile.
Tras pasar 5 años viviendo en Chile, creo firmemente que lo mejor que un chileno puede hacer para mejorar su vida es irse del país. Sí, viajar está bien, pero para beneficiarse realmente, un chileno debería vivir y trabajar en el extranjero al menos por un año.
Trabajar en otro país latinoamericano también sirve, pero para sacar provecho de la experiencia, un chileno debería tratar de trabajar en los Estados Unidos, en Europa, China, Japón, Corea, Nueva Zelanda o cualquier otro país desarrollado, con una cultura y valores diferentes.
Es fácil notar la diferencia entre un chileno que ha vivido en el extranjero y otro que no.
Tanto los chilenos de buena condición económica como los de clases más humildes deberían dejar Chile, pero por razones diferentes. Para los chilenos que no son parte de la élite, sus vidas mejorarán de forma instantánea al salir del sistema clasista de su país. Tendrán más oportunidades y probablemente serán evaluados por sus aptitudes o por cuán inteligentes son, en vez de por su tono de piel, por qué escuela o colegio asistieron o cuál es su apellido.
Los chilenos que no son parte de la élite se darán cuenta rápidamente de que tener la piel clara y el cabello rubio no es motivo de aspiración en todos los países del mundo.
Más aún, encontrarán a mucha gente que prefiere a las personas de rasgos más oscuros, y que les son más atractivos que el estándar tradicional noreuropeo. Cuando converso con amigos chilenos que no son parte de la élite y vivieron en el extranjero, me cuentan que los chilenos inteligentes, educados y motivados se dan cuenta de que sus proyecciones platónicas y románticas de la vida sí se ven impulsadas, e imagino que también su autoestima.
Sus posibilidades de triunfar aumentan desde el mismo momento en que bajan del avión, Tienen la posibilidad de comprobar de que si trabajan duro, las chances de mejorar su vida son reales. Tras permanecer en el extranjero, muchos chilenos que no son parte de la élite no regresan a su país por un buen tiempo, salvo que se vean forzados a hacerlo. Y para muchos que lo hacen, regresan con una perspectiva diferente sobre sus posibilidades.
Para los chilenos de clase alta, en tanto, deberían dejar Chile para terminar con muchas de las actitudes con las cuales fueron criados. Muchos -si no la mayoría- de los chilenos de clase alta son abiertamente clasistas, casi todos de forma inintencionada. Muchos, sino la mayoría, no lo hacen de forma maliciosa, sino como un proceso inconsciente.
Dejar la burbuja chilena donde la vida es fácil, donde la gente sigue viviendo con sus padres hasta mediados de sus 20 o 30, tienen una empleada doméstica y no tienen mucho de qué preocuparse, es una llamada de atención al ver que el resto del mundo no hace las cosas en la misma forma que tú.
Los chilenos de clase alta por lo general no interactúan con chilenos de menor clase económica, salvo que les provean algún tipo de servicio, por lo que conocer a personas que provienen de situaciones diferentes, que piensan diferente y no han vivido en una burbuja, les permite alcanzar una capacidad de empatía y entendimiento por los demás que les sería imposible obtener si se quedan en Chile.
Dejar aquella burbuja los fuerza a reconocer lo privilegiado que es su estilo de vida y a obtener una licenciatura en autopercepción de la que otros chilenos de clase alta lamentablemente carecen (muchas veces puedes ver un efecto similar en los niños mimados de los suburbios en los Estados Unidos).
Descubren que (¡horror!), personas caucásicas hacen labores manuales en algunos países desarrollados. Que mucha gente encuentra más atractiva a las personas de piel oscura que a las de tez clara. Que las historias de cómo alguien de esfuerzo hizo su camino desde la pobreza a la riqueza son altamente valoradas en otras partes del mundo y no ignoradas, como sucede en Chile. Se les da la oportunidad de reconocer que quizá Chile no sea el mejor país del mundo en todo… y está bien que sea así.
Tanto los chilenos de clase alta como los más humildes deberían salir de Chile para comprobar lo que es vivir en sociedades donde los servicios son excelentes, donde la gente confía en los demás y en general es amable unos con otros en sus encuentros diarios.
Podrán darse cuenta de que pasivo-agresivo no es el camino al éxito. Que pedir directamente lo que quieres es probablemente la mejor forma de obtenerlo. Que decir “no” a las cosas que no quieres hacer, es mucho más fácil que decir “sí” a todo siendo algo que realmente no deseas.
Estos chilenos aprenden a ser más independientes y a no depender siempre de sus padres cuando se meten en líos en sus 20. Les da la posibilidad de aumentar sus expectativas por Chile, de forma que cuando regresan a casa tienen una nueva actitud sobre lo que es posible, lo que es correcto y cómo quieren vivir sus vidas.
Definitivamente, lo mejor que puede hacer un chileno es irse de su país por un año o dos.
PD: Por cierto, también creo que lo mejor que un estadounidense puede hacer es irse de su país por algunos años también, pero creo que si un estadounidense no se va, su forma de ver la vida no se afecta tanto como la de un chileno que nunca ha estado en el extranjero.
Nathan Lustig es un emprendedor, actualmente socio fundador de la empresa de capital semilla Magma Partners, con sede en Santiago de Chile. Se dedica a invertir en empresas emergentes en Latinoamérica que tienen potencial para abrirse paso en el mercado estadounidense o europeo.