A 130 años del natalicio de la Premio Nobel, vuelve a la palestra su deseo incumplido de dejar los beneficios derivados de sus escritos a los niños de su querido Montegrande, el pueblo que inspiró buena parte de su obra.
Para Gabriela Mistral, Montegrande era como su pueblo natal. A pesar de que nació en Vicuña, la poetisa y Premio Nobel de Literatura creció e inspiró parte de su obra en esta pequeña localidad emplazada en medio del Valle del Elqui. Tanto era su amor por el lugar, que le dejó parte de su legado en su testamento: “Todos los dineros que se me deban, que provengan de la venta de mis obras literarias en América del Sur, se los lego a los niños pobres del pueblo de Montegrande”, escribió, dejando a la orden franciscana como la encargada de administrarlos.
No obstante, los hitos de una enmarañada historia impidieron que durante un largo tiempo los franciscanos pudieran cumplir esa voluntad. Una situación que vuelve a ser cuestionada este 7 de abril, cuando se cumplen 130 años del natalicio de la vate.
Porque, si bien el fondo de derechos de autor sigue recopilando algunos beneficios, distribuidos sin mucha publicidad por los religiosos, solo sobrevive gracias a “donaciones y la buena voluntad de editoriales y pequeñas compañías de teatro que usan su obra”, dice el Fray Gonzalo Collipal, encargado del fondo.
¿La razón? la obligación de pago por derechos de autor caducó al cumplirse 50 años de la muerte de la poetisa (1957). Así, sucesivas generaciones de niños en Montegrande, que alguna vez inspiraron uno de los versos más famosos de Mistral, Piececitos de niño, dos joyitas sufrientes, ¡cómo pasan sin veros las gentes!, hoy sigan protagonizando esta metáfora.
Una deuda
Montegrande es un poblado de unas 460 personas, ubicado en la comuna de Paihuano y donde descansan los restos de Gabriela Mistral. Aquí, el sentir de la comunidad acerca del tema es el de una deuda: “Creo que nunca fueron claros con el legado, qué era, si pasaba por autoridades o el municipio”, afirma Marcelo Rojas, dirigente vecinal. “El pueblo siente se nos debe, porque no sabemos si se ha cumplido”, agrega José Blanco, un agricultor del valle.
Al retroceder en el tiempo, el relato de Doris Atkinson, sobrina de la albacea nombrada por Mistral para el cuidado de su obra, entrega luces de lo que sucedió después de la muerte de nuestra Premio Nobel. Según explicó a La Tercera, Doris Dana se sintió tan “agobiada” por los innumerables requerimientos para publicar, que “simplemente los dejó desatendidos”. Atkinson fue quien transfirió en 2007 al Estado de Chile, toda la herencia que la poetisa había dejado al cuidado de Dana en Estados Unidos.
En el intertanto, los fondos que recibía la orden Franciscana se convertían en ayudas que viajaban directamente a la escuela de Montegrande. Como explica Bética Rojas, encargada de la Casa Museo de Gabriela Mistral, “en ese tiempo llegaban los padres con zapatos, uniformes y telas para que fabricáramos la ropa para los niños. Era una ayuda que se agradecía”.
Luego, el Decreto Ley 2.560 de 1979, desconoció el rol de albacea de Dana. Guillermo Scallan, quien se convirtió en 2003 en representante para Sudamérica de la amiga de Mistral, explica que “de esta forma se permitió a las editoriales publicar libremente sin pagar por los derechos”. Según relata Scallan, años después “convencimos al ex Presidente Ricardo Lagos que derogara el decreto. Con ello, conseguimos cobrar derechos de autor de forma retroactiva hasta cinco años. Esos fondos fueron directo a una cuenta de los franciscanos”.
Así, la orden pudo recuperar la administración del fondo, luego de haberlo traspasado durante unos años, a una fundación del municipio de Paihuano.
No obstante, las donaciones hoy distan de ser grandes cargamentos. “Han consistido en implementos deportivos, instrumentos de música, datashows. Como los aportes son voluntarios, muchos de ellos en libros, no se reúne más de $2 millones al año”, sostiene el fray Collipal.
Una reconciliación
Como describe el alcalde de Paihuano, Hernán Ahumada, hasta hoy “los franciscanos se comunican directamente con la dirección de la Escuela de Montegrande y deciden lo que pueden donar. Pero la verdad es que nosotros desconocemos bastante de esa gestión”.
A juicio de Doris Atkinson, esto se debe a que la Orden “tiene una fuerte visión de practicar la generosidad sin hacer publicidad”. También agrega que “la opinión pública tiene una idea errónea sobre cuánto dinero se reciben por derechos (…) Mistral no podía mantenerse económicamente con su obra. Ella vivía del trabajo diplomático y la enseñanza”.
Sin embargo, hoy los franciscanos buscan generar acercamientos con la comunidad. “Para honrar la voluntad de Gabriela es necesario vincularnos con todo el pueblo, para decidir cuáles son las necesidades actuales de los niños”, cuenta Collipal. Una idea considerada como “necesaria” por el alcalde Ahumada: “tenemos niños que viven en Montegrande pero estudian en otras localidades. Gabriela quería que su legado llegara a todos”.
Desde el gobierno también se ha realizado un esfuerzo para poner en valor e impulsar el nombre y obra de Gabriela Mistral. Como adelanta la ministra de las Culturas, Consuelo Valdés, “estamos preparando la publicación de las obras completas de la poetisa, incluyendo el material inédito donado por Doris Atkinson”.
No obstante, según Guillermo Scallan, para reparar esa voluntad transgredida se debería “cambiar la legislación y lograr que se amplíen los plazos de vigencia de los derechos de autor sobre la obra de Gabriela. Es la forma que veo para poder honrar de verdad su voluntad para con los niños de Montegrande”, asegura.
fuente: latercera.com